jueves, marzo 04, 2010

Impura

El problema del derecho es la realidad no jurídica: pretende un orden prístino, que respete todas las jerarquías, su orden, quién las ordena y las hace respetar, cuando el mundo funciona de otra manera. La corrupción, la inutilidad de los órdenes ("la ley es para los de ruana", "la ley de indias se pregona pero no se aplica"), la tradición de jerarcas de todo tipo /autoexcluyéndose/ de la ley, o contradiciendo su espíritu para obtener beneficios (en Colombia eso se llama "un mico")... No son precisamente realidades jurídicas. Garay da en la llaga cuando habla de la "cooptación del estado": ¿qué pasa cuando los delincuentes se asocian y entre todos se apropian del estado? No hay que ser un genio para saber que los narcotraficantes tienen anhelos de gobernar; se vio claro cuando Pablo Escobar se hizo elegir bajo las alas de Santofimio Botero, mucho antes de declararle la guerra al establecimiento.

También está el problema de la transnacionalidad y la polisemia. Un término no quiere decir lo mismo fuera de su contexto o en otro idioma, lo que es tradición en uno nunca lo ha sido en otro. Sin embargo, los hombres se mueven más y cada vez más rápido. Si las leyes internacionales no se han acabado de redactar, si los "principios compartidos" en realidad no son tan compartidos, lo más probable es que la /pureza/ del concepto se quede en pura entelequia, igual que el agua pura, que sólo se puede conseguir en los laboratorios. Y la vida (¡oh, terrible contradicción!) nació en las aguas del mar más lleno de substancias reactivas, lejos de sus fuentes limpiecitas.

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