Estuve en el encuentro "Ecociudades, desarrollo urbano futurista" que organizó el Diario Occidente en el auditorio de la CVC. Primero, se debe ubicar el diario. Desde que lo conozco, Occidente ha tenido el problema de escribir demasiado y decir muy poco. El cambio de formato lo favoreció: ahora es más pequeño, no tiene que correr el riesgo de andar echando carreta (ideas repetitivas en el mismo texto). Ahora es gratuito, es bastante probable que lo lea más gente. Pero, igual: uno lee el periódico y se queda con la sensación de que no leyó nada. El caso de la CVC es más complejo. Es una "Corporación Autónoma", no queda claro de quién. Lo que sí queda claro es que las tragedias ambientales siguen ocurriendo por todo el territorio que le compete y la CVC sigue divina, como si nada. Las agencias ambientales no tienen dientes, ni aquí ni en el resto del país. ¿Qué podría esperarse de un país que se distingue precisamente por hacerle imposible la vida a los defensores de los Derechos Humanos?
Pero el auditorio de la CVC es bellísimo. Su techo asemeja un costal tejido, adornando las lámparas que iluminan todo, hasta las presentaciones en PowerPoint de los ponentes (ninguno trajo una que no fuera en ese programa, parece que no saben qué es Linux, ni adobe, ni Lotus, ni Mac...).
Lo que me quedó claro del encuentro es que hay discursos ambiciosos, los que se lanzaron al principio, como el de hacer convivir todas las especies en la ciudad y no proteger sólo una. ¡Pucha, si es ambiciosa! El expositor fue muy sutil, muy bello en lo que mostró, pero no se le ocurrió que las "otras" especies no son nada bonitas: cucarachas, ratas, zancudos, moscas, murciélagos, cienpiés, hormigas... Esas las tenemos muy cerca y todos los días. ¿Compartir el espacio con ellas? Es muy fácil decirlo. Claro, si vemos pajaritos, micos y tucanes, a todos nos gustaría. Pero la ciudad lo necesita, abrir espacio a los árboles, que no son tan dañinos como los ve la inmensa mayoría de los caleños, que parece que le estorbaran. Hay una fiebre loca por cortarlos, acabarlos, matarlos de raíz. Si un árbol osa retoñar, sufrirá el fuego y el aceite quemado. Así, se lanzaron argumentos paleolíticos para defender las ecociudades, se las presentó como "el deber ser", pero el "cómo" estuvo ausente.
El filósofo, con una presentación sin imágenes, puso en evidencia la contradicción entre naturaleza y ciudad en nuestro lenguaje, pero, como suelen hacer los de su profesión, se explayó en el problema y, si mucho, dedicó una línea a la solución.
El director de planeación de la CVC mostró lo que es verdaderamente la corporación: un apoyo en tendencias y luchas externas ("de todo el mundo"), leyes que se notan laxas para cualquiera que pase por el canal CVC, que lleva el mismo nombre de la corporación y es, él solito, una tragedia ambiental. Eso sí, se cuida de pasar por mu pocos barrios de ricos en su carga monstruosa. Una carga que pone en evidencia eso que Cali llama "caños" y sólo en este "canal" llama tan elegantemente. No son ni caños (ríos pequeños que se crecen en invierno) ni mucho menos canales (conductos de agua). No. Son cloacas, simple y llanamente, sobre todo en estos días de verano.
Escucha uno a la gente de la CVC y se oyen muy técnicos, pero la contaminación sigue ahí. La gente que tiene el MIO al pie puede decir que se redujo (de algún modo se lo cobrarán), pero cuatro o cinco cuadras más allá se concentran el humo y el ruido que una vez tuvo la calle 5ª. Ya van dos tragedias ambientales. Igual: la mayoría de los países de América Latina prohibieron el ACPM (o el diesel "chimbo"). Aquí en Colombia sigue como si nada.
Después vinieron las autoridades. Estas sí parecieron aterrizadas. El diputado se lanzó en elogios a la Villa Olímpica china, una isla en un mar de contaminación, en un país que sabe esperar. Esperar, esperar y esperar... Igual, las áreas protegidas en el Valle del Cauca no pueden protegerse de un gobierno que quiso lanzar una ley forestal sin consultar a indígenas y afrocolombianos, y en donde feriaba los recursos de esas áreas. ¿Qué puede hacer un diputado? ¿No es Juan Carlos Martínez una sombra permanente, así esté en la cárcel?
La alcaldía mostró su anhelo de preservar las áreas naturales en su proyecto de intervención del ejido de Navarro. Algo iluso: parece el mapa de división entre judíos y palestino que entregó la ONU en 1948, como "plan de paz". Todos juntitos, compartiendo pequeñas áreas, rodeados los unos de los otros. Así, la alcaldía rodea humedales, zonas verdes y similares de áreas de habitables. Como si la gran escombrera de la 50 con autopista Simón Bolivar no existiera. Tuvo que poner un ciudadano heróico una tutela para que la "levantaran". Y eso pasó: la levantaron y la volvieron a dejar caer. Esa era una zona protegida y se volvió escombrera porque es insulso pretender que la gente va a cuidar algo que desprecia y, para colmo, es oscuro, guarida de ladrones, botadero inútil... La escombrera sigue ahí, vivita y coleando, como si la tutela no hubiera existido.
Los secretarios de Jamundí y Yumbo mostraron el peligro de tener una ciudad grande cerca. A Jamundí, un pueblo turístico, se lo comió Cali con sus programas de vivienda, superó su capacidad de acueducto y alcantarillado, y hoy sus zonas verdes están desapareciendo. A Yumbo la zona industrial co-gobierna en casi todos los aspectos. Contrata gente de fuera, le deja dinero en impuestos pero la gente (la que vive realmente en Yumbo) sigue relegada en ese inmenso Siloé que es el municipio vecino. Los olores se han reducido, pero ¡pobres los yumbeños que tienen que sufrir uno de los ambientes más enrarecidos del país!
Después vinieron los nacionales. El ex-ministro a defender los megaproyectos y, cosa rara, poner en evidencia la terrible injusticia de eso que llaman "sistema ambiental". Muy bonito su discurso. Se sabe que Lozano tiene memoria fotográfica. Igual no parece haber recordado que lo que más hace sufrir al Valle es el monocultivo de la caña, con su quema y su pavesa. Algo habló de las fumigaciones. Pero ¿cómo decirlo? Fue muy dulce... Cuando la situación no está para dulcecitos.
El representante de las cajas de compensación se dedicó a lo suyo. Cosa rara también: nombró a la gente del Pacífico. ¡El único en todo el evento que descubrió que los grupos étnicos existían y tenían algo que ver con el ambiente!
Algo sí me queda claro: la ciudad parece muuuuuy cruda para hablar de temas ambientales. Puede hablar de planeación, de lo que dicen los filósofos, de lo que dicen los otros países. Pero no podrá hablar de sí y desde sí si desconoce a los afrodescendientes y a los indígenas. Poco podrá hacer si, a la hora de la verdad, no sabe quién es ni de dónde viene.
viernes, agosto 28, 2009
Cali y las ecociudades
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